Los Puertos en blanco

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Nevada 18 de Enero de 2017

lunes, 23 de mayo de 2011

RELEXIONES EN LA GACETA DESPUES DE UNAS ELECCIONES CON TUFO A PORRO Y PERROFLAUTAS

Me gusta mucho esta reflexión de la GACETA ......os la dejo para que os ayude


La Gaceta, 23 de mayo de 2011 a las 08:06

Ahora sí podemos hablar, con absoluta propiedad, del fin del zapaterismo. Han hablado los españoles en las urnas y le han señalado al presidente el camino de vuelta a su casa. Después de siete años de política devastadora tenemos, por fin, razones para creer en un higiénico cambio.
El mapa autonómico y municipal de España ha amanecido este 23 de mayo de 2011  con más siluetas de gaviotas que anagramas del puño y la rosa, y el partido que nos llevó a la ruina y negoció con terroristas ha sido desalojado de bastiones emblemáticos como Castilla-La Mancha o capitales importantes como Sevilla y Barcelona. Centros de poder del PSOE de toda la vida han sido barridos de un plumazo en una jornada histórica.
La foto-finish del 22-M reedita la historia de 1995, cuando la victoria del PP sobre Felipe González prefiguró el batacazo socialista en las elecciones generales un año después. La situación del país entonces era dramática, con más de dos millones de parados, corrupción y crimen de Estado. Pero ahora es sencillamente insostenible, con cinco millones de desempleados y un millón trescientos mil hogares con todos sus miembros sin trabajo.
Por esta razón, Zapatero debería tener la decencia moral de acortar la agonía que pesa sobre España y convocar elecciones generales anticipadas. Como hemos repetido por activa y por pasiva, si él es parte sustantiva del problema, no puede ser la solución. Esta vez no lo hemos dicho sólo los medios de comunicación o los sondeos, sino las urnas.
Pero Zapatero se hacía anoche el sordo y salía con la increíble milonga de que seguirá en el Gobierno para "alcanzar cuanto antes la recuperación económica". Ya. Su marcha servirá, sobre todo, para aflojar el grueso dogal que atenaza a España; pero también puede proporcionar una oportunidad para impulsar un cambio en Ferraz, dando paso a un Partido Socialista moderado, con sentido de Estado, alejado de ingenierías sociales, demagogias sexuales o revanchistas revisiones de la Historia que sólo sirven para dividir a los españoles.
Sería la oportunidad de hacer autocrítica y abrir un debate ideológico sobre el rumbo de un partido que, por la radicalización que le ha dado el zapaterismo, parece haber regresado por el túnel del tiempo a la prehistoria (antes de Suresnes).
El proceso de primarias que va a abrirse en su seno debería servir para impulsar ese cambio y cerrar ese malhadado paréntesis en la historia del PSOE, del que echan pestes los propios militantes. A la espera de que adopte una decisión urgente para sacar a España del colapso, debemos felicitarnos por el paso dado el 22-M. Estas elecciones las ha ganado, en primer término, la democracia.
El aumento de participación demuestra que no es cierto el desinterés del ciudadano ante la marcha de los asuntos públicos; y el cambio de siglas y de caras en alcaldías y comunidades autónomas implica recuperar ese rasgo esencial de la democracia que es la alternancia. En segundo término, las ha ganado la cordura y la sensatez, la constancia y la buena gestión que ha acreditado el Partido Popular, que se perfila ya como alternativa creíble y solvente tras el erial del zapaterismo.
Su líder, Mariano Rajoy, el hombre tranquilo, ha tenido la paciencia y la habilidad necesarias para acabar con el rival político que le humilló y maniató con el cordón sanitario, y para presentar un proyecto eficaz para combatir a la crisis.
El PP tiene por delante una endiablada papeleta, al enfrentarse a una crisis sin precedentes y, sobre todo, a la herencia envenenada que le deja el PSOE con las cotas históricas de paro, los deberes exigidos por Bruselas a medio hacer -con asignaturas hueso por aprobar como las reforma laboral y financiera, y la reducción del déficit-; y el campo minado de la deuda de autonomías y consistorios.
Su trayectoria y su solvencia nos ofrecen unas garantías de las que carecía el partido que ha gobernado España bajo la batuta (es un decir) de un líder irresponsable y atrabiliario. Sólo cabe lamentar la llegada de Bildu a las instituciones, con la complicidad de un Tribunal Constitucional sectario. Los proetarras se han reído del Estado de derecho y de las víctimas, al colarse en municipios vascos y tener acceso al erario público.
Y todo ello como moneda de cambio en la negociación del Gobierno con los enemigos de la paz. Que Bildu se haya convertido en el partido más votado en San Sebastián es una vergüenza desde el punto de vista democrático y una nueva y dolorosa afrenta para las víctimas del terrorismo. Finalmente, se impone una reflexión sobre la incidencia del 15-M, estrella mediática de la campaña, en el resultado de las urnas.
La alta participación supone una réplica al "no votes" coreado por los indignados; y los pobres datos de IU, inversamente proporcionales a los obtenidos por el PP, demuestran que la crítica al bipartidismo ha pinchado en hueso.
Es más, en lugar de desmovilizar al electorado de los dos grandes partidos, la revolución de Sol ha tenido cierto efecto vacuna, aunque el gran perjudicado haya sido, con toda lógica, el responsable del desastre económico. Como señalábamos en nuestro editorial del 21 de mayo de 2011, la última palabra en una democracia no la tienen happenings asamblearios como los del circo de Sol, sino el ciudadano ejerciendo el derecho constitucional al voto.
Nos alegramos de que haya sido así. Su influencia sólo relativa en las elecciones confirma el carácter de bluff de esta protesta confusa, difusa y evanescente, trufada de eslóganes totalitarios o utópicos. Dicho esto, haría mal el partido que se perfila como futuro inquilino de la Moncloa en olvidarse del 15-M.
Que la única voz que estén obligados a atender los servidores públicos sea la de las urnas no quiere decir que no deban escuchar un clamor tan multitudinario, sobre todo en sus propuestas de regenerar la democracia. Pero la más urgente era la crisis de Gobierno y el resultado del 22-M demuestra que se ha dado el primer paso para abordarla. España no puede permitirse el lujo de seguir más lunes al sol.

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