Soy un 'fascista'
Yo pensaba que no, pero como cada vez me lo dicen más, estoy casi por creérmelo. Soy un fascista intolerante. Mis creencias y pensamiento son profundamente reaccionarios y carezco de cualquier sensibilidad social. Cada vez me lo dicen más cuando discuto sobre cualquier tema o escribo cualquier artículo. Y es que, ciertamente, debe ser muy raro lo que quiero y lo que creo. Por ejemplo:
Soy fascista porque creo que el PSOE no ha sabido gestionar la crisis económica. Cuando el PSOE llegó al poder en 2004 había poco más de 2 millones de parados y ahora tenemos 5 millones. Debe ser que los parados también son fascistas. Si no, no se explica.
Soy un fascista españolista porque no creo en las autonomías. Es profundamente reaccionario pensar que 17 gobiernos y 17 parlamentos son innecesarios y son un despilfarro pudiendo haber uno solo que gestione para toda España. Es una falta de respeto inaceptable hacia las ‘nacionalidades’ creer que buscar lo que nos separa antes que lo que nos une no lleva a nada bueno. Además, es antisocial creer que el progreso no está relacionado con la descentralización. Como ejemplo, baste decir que en Francia, por ser el país más centralista del mundo, aún llevan taparrabos, hacen pinturas rupestres y viven en cavernas.
Soy un fascista meapilas por ser católico. Pero, entonces, el 80% de los españoles que también se declaran católicos son fascistas, claro.
Soy un fascista elitista por creer en la formación, la excelencia, el trabajo y el esfuerzo. Lo progresista es creer en la subvención, el enchufismo, la sopa boba y pasar curso con 4 cates.
Soy un fascista clasista por querer una educación de calidad. Es antisocial y reaccionario aspirar a que los jóvenes tengan una buena formación en Matemáticas, Física, Química, Latín, Filosofía, Ética, Historia o Lengua Española. Es inaceptable querer que los jóvenes lean un texto y lo comprendan o que tengan una buena capacidad de pensamiento abstracto. Y, por supuesto, soy fascista por rechazar asignaturas adoctrinantes como Educación para la Ciudadanía o por no querer que se degenere a los jóvenes enseñándoles aberraciones sexuales que, además, son contrarias a los principios éticos de sus padres.
Soy un fascista ultraliberal por creer en la iniciativa social y las empresas privadas como protagonistas de la economía.
Soy un fascista insolidario por defender una fiscalidad baja y que la renta disponible de las personas sea la mayor posible.
Soy un fascista obstruccionista de la paz por defender que las víctimas del terrorismo deben ser escuchadas y que no se puede permitir que los asesinos etarras y quienes les apoyan estén en las instituciones.
Soy un fascista españolista por sentirme profundamente español y por emocionarme al escuchar el Himno Nacional o ver una bandera de España.
Soy un fascista catalanófobo, vascófobo y gallegófobo por defender la libertad de los hispanohablantes de hablar, rotular o estudiar en español en cualquier lugar de España.
Soy fascista porque creo que sindicatos, patronal y partidos políticos no deben recibir dinero público y vivir de las cuotas de sus afiliados.
Soy un fascista eurófobo por no creer en el mercadeo y la burocracia que supone la Unión Europea.
Soy un fascista antisocial porque no creo en la sanidad ni en la educación públicas sino en la sanidad y educación de calidad y acceso universal.
Soy un fascista peligroso porque creo que en las autopistas se puede circular a 140 km/h.
Soy fascista machista porque creo que la igualdad hombre-mujer no se consigue con cuotas ni con imposiciones.
Soy un fascista antiguo por afirmar que dos hombres o dos mujeres no son un matrimonio.
Soy fascista neandertal por afirmar que lo natural es la relación hombre-mujer y rechazar la conducta homosexual. Además, por supuesto, también soy homófobo, lesbianófobo, bífobo, tránsfobo y hasta necrófobo.
Soy un fascista opresor del derecho de la mujer a elegir porque creo en el derecho a la vida y en que no se puede matar a un bebé no nacido. Y no por cuestiones religiosas, sino de simple lógica. Todos fuimos embriones. Si nos hubieran matado cuando teníamos una semana, dos semanas o 3 meses de gestación, no estaríamos aquí.
Paradójicamente, también soy un fascista islamófobo porque rechazo que se margine a la mujer tras un burka o velo o porque se las prohiba conducir en Arabia Saudí.
Soy fascista porque no soy de izquierdas.
Soy fascista porque soy de derechas. Por ello, además, no soy demócrata, por supuesto.
Soy también franquista aunque naciera en 1977, cuando Franco llevaba muerto dos años y aunque no haya conocido otro jefe de Estado que Don Juan Carlos.
Soy fascista, en definitiva, porque no me callo y no me guío por consignas fáciles o por lo políticamente correcto.
Pues si ser fascista es ser todo esto, soy un pedazo facha, ciertamente.