Felipe V, rey de Cataluña
La del Muy
Honorable presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña, sr. D. Artur
Mas, representado por ejemplo en el uso como felicitación navideña (?)
de dos grabados visualizando el cerco o sitio de Barcelona de 1705, en
un nuevo intento de utilizar hechos que sucedieron hace más de tres
siglos para darles una nueva interpretación histórica, obliga a plantear
las necesarias reflexiones sobre lo que es cierto y lo que no.
Esperamos que este artículo sea reflejo de lo que es real, y qué viaje
imaginario, no hacia un país de fantasía, sino hacia un suicidio
colectivo.
Primera imagen: El cerco o sitio de Barcelona se
produjo. Cierto. Ahora bien, ¿en qué contexto se produjo? ¿Por qué se
produjo? Y, cosa nada desdeñable, ¿quién lo hizo? El contexto es claro:
dentro de una guerra (que algunos califican como la Primera Guerra Mundial y que entre otros lugares se estaba librando aquí, en España). En concreto la de Sucesión a la Corona española. Y el porqué… El porqué quizás es un poco más complejo de explicar e implica una mirada retrospectiva.
Hoy en día nadie se acuerda de que el denostado y vilipendiado en Cataluña primer Borbón, Felipe V,
duque de Anjou, juró los fueros y constituciones catalanes y otorgó más
privilegios aún de los que ya existían. No interesa recordarlo. Y sin
embargo así fue. La visita de Felipe V a Cataluña tuvo lugar desde el 24
de septiembre de 1701 al 8 de abril de 1702. Hacía setenta años, desde
la visita de Felipe IV en 1632, que un soberano de la
monarquía española no visitaba el principado. Apenas hacía unos meses
que Felipe V había llegado a España, pues había atravesado la frontera
francesa el 22 de enero de 1701, habiendo entrado en Madrid el 18 de
febrero, cuando en el mes de junio tomó la decisión de viajar a
Cataluña. Había, como no podía ser menos, razones políticas que lo
aconsejaban. A ello se unió la enorme posibilidad que suponía la boda
del Rey con María Gabriela de Saboya, pues la etiqueta
exigía que la fuera a recibir en la frontera de la monarquía. Al venir
de Italia se eligió a Cataluña, dándole preferencia frente a Aragón o
Valencia.
Así las cosas, el 9 de julio de 1701 con carta se comunicó a la
ciudad de Barcelona la próxima visita de los nuevos soberanos, en donde se explicita el “ejecutar
este viaje en derechura a esa ciudad de Barcelona, donde tengo
deliberado juntar cortes del principado de Cataluña a mi arribo en ella,
en el convento de San Francisco como es estilo. De que ha parecido
avisaros para que lo tengáis entendido y ejecutéis por vuestra parte lo
que os tocare, y porque deseo se excusen gastos en la solemnidad de mi
entrada en esa ciudad por la falta de medios con que se halla y ser más
de mi real agrado el que los caudales se apliquen a otras más precisas
urgencias de la causa común, ha parecido significaros que será de mi
real gratitud cuanto ejecutareis en este particular, como lo fío de
vuestro celo y atención a mi real servicio”.
Barcelona se encomendó febrilmente a preparar la visita regia con
arreglo a las más sólidas tradiciones. El día 16 de septiembre llega a
Zaragoza, con misa en Nuestra Señora del Pilar y un acto político
posterior en la Seo en el que Felipe V hizo el solemne juramento de
mantener los fueros del reino de Aragón, como avance de la próxima
reunión de Cortes que pensaba convocar a su regreso de Barcelona. El
viaje se reemprendió el 20 de septiembre por Villafranca, Pina,
Bujaraloz, Fraga y Lérida, donde juró los privilegios de la ciudad, esta
misma ciudad en la que el Sr. Mas ha comenzado los actos de un
tricentenario inventado. De allí a Cervera, en que se repitió la misma
ceremonia, y a continuación Bellpuig, Igualada, Piera, Martorell y
Barcelona. El historiador catalán Pedro Voltes escribe en su biografía
de Felipe V que en las poblaciones catalanas que atravesaba el Rey
recibía continuos agasajos, “más copiosos que en otros reinos, porque
las poblaciones eran más numerosas y ricas”.
Llegando a Barcelona recibió el agasajo de parte de un engalanado
Consell del Cent que fue a su encuentro el 30 de septiembre, presidido
por el conseller en cap, el doctor Josep Company, el cual se dirigió al nuevo Felipe de manera tan lisonjera al uso de la época como la siguiente:
«Senyor La Ciutat de Barcelona se postra humil als Reals peus de
V.M. en protestació de son verdader rendiment, y ab expressió del
imponderable jubilo ab que celebra lo feliz arribo de V.M. gloriantse de
la ditxa li cap, que V.M. la afavoresca ab sa Real presencia, y si be
est tan rellevant favor, lo te sa innata fidelitat a agigantat aprecio;
realçal la circunstancia de la boda que V.M. ab sa Real y amable Esposa,
espera en esta Ciutat en breu celebrar; suplicant al Señor resulte
desta Real unió, ditxosa succesió a esta Monarquia: De las dos tan
superiors mercès, que la atenció desta Ciutat eternizará en las aras de
sa major veneració, dona a V.M. infinitas gracias, prometentse de ellas
sa total felicitat, y espera que la Real Magnificencia de V.M. se
dignará per sa benignitat y paternal amor, afavorirla, honrarla, y
condecorarla, no sols ab la continuació de las pre-rrogativas que sa
llealtat, y fidelitat se meresqueren dels Reals progenitors de V.M. si
ab novas gracias, y honras que V.M. benigne li dispensará, en que fixa
la expectació de sa major fortuna, y suplica per preludi de ellas tinga a
be V.M. concedirli la de besar sa real ma».
La entrada a Barcelona se produciría el 2 de octubre. Era llegado el
momento para el juramento mutuo entre el Rey y la ciudad, que tantos
catalanes desconocen que se produjera. Tras la entrega de llaves y el
paso de la comitiva por las calles engalanadas (la entrada fue al más
puro estilo medieval, con una Barcelona volcada, decorada como nunca, y
con un pueblo exaltado dando “¡Vivas!” al nuevo Felipe V), se procedió
al juramento en la plaza de San Francisco, donde el protonotario del
consejo de Aragón, D. José de Villanueva Fernández de Yxar,
leyó la fórmula, en catalán, por la que el rey juraba confirmar todas
las libertades y privilegios de la ciudad de Barcelona. El rey, de
rodillas, puso la mano sobre la Vera Cruz y el misal respondiendo: «Así
lo juro». Acto seguido, el conseller en Cap besó la mano del rey en
señal de acatamiento con unas breves palabras de agradecimiento y
lealtad. En esta ocasión Felipe V rompió el que parece era su habitual
mutismo (resulta que era según las crónicas bastante tímido, junto al
hecho de que sólo hablaba francés, bien el latín, y desde luego ni
castellano ni catalán aún), para contestar “lo agradezco”.
Posteriormente, el día 4, se llevó a cabo el doble juramento
recíproco del rey y de los representantes del principado. Felipe V juró
las leyes propias de Cataluña y los catalanes le juraron fidelidad y le
prestaron homenaje como su rey y señor. La ceremonia se celebró por la
mañana en el gran salón del trono, el famoso del Tinell, donde juró
tales leyes junto con todos los demás fueros y privilegios. Tras el
juramento regio los tres estamentos, clero, nobleza y ciudades,
prestaron su juramento de fidelidad y vasallaje al rey Felipe V de
Borbón, aceptándole como su soberano según las leyes y costumbres.
Se abrieron las Cortes el 12 de octubre, presididas por el rey y siendo presidente de la Generalidad Antoni de Planella i de Cruïlles,
y durante los tres meses que siguieron se negociaron nuevos
privilegios, nuevas leyes y se ofrecieron y dieron nuevos donativos a la
Corona. En esas Cortes, Felipe V concedió nuevos privilegios, que
provenían de la voluntad real y del positivismo jurídico, no de la
tradición inmemorial. Por ejemplo, se estableció un Tribunal de
Contrafacciones, en el que se enjuiciarían las decisiones reales antes
de aplicarlas en Cataluña. Más ejemplos: la autorización para erigir una
casa de puerto franco en Barcelona, el permiso para enviar cada año dos
barcos catalanes a América y la creación de una junta encargada de
proyectar y fundar una Compañía Náutica Mercantil y Universal. Tanto les
otorgó que el político, jurista y juez Melchor de Macanaz
escribió: “Lograron los catalanes cuanto deseaban, pues ni a ellos les
quedó que pedir ni al rey cosa especial que darles, y así vinieron a
quedarse más independientes del Rey que el Parlamento de Inglaterra”.
Pero la Guerra de Sucesión ya había comenzado allende las fronteras
españolas y el rey, el 8 de abril de 1702, parte desde Barcelona hacia
Nápoles dejando como regente a su esposa quien se estrenó pronto en sus
labores de gobierno, pues el día 27 de ese mismo mes presidió las Cortes
de Aragón. Por lo tanto, Felipe V marcha a la batalla siendo Rey de
Cataluña y de los catalanes. Nada menos.
Es el inicio. Muchas mentiras van a quedar reflejadas en este espejo…
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