De Valle de los Caídos a Progreland
Por Pablo Molina
A José Luis Rodríguez Zapatero, presidente en funciones del gobierno del reino de España, siempre se le ha atribuido un uso magistral de los tiempos en política, cosa que no es de extrañar porque la imaginación de los pelotas mediáticos especializados en dar jabón a los políticos en alza suele ser bastante limitada. |
"Maneja muy bien los tiempos" es una expresión sintomática de cierto retraso mental que apenas significa algo; pero como suena un poco culta, los aspirantes a la jefatura de prensa del lumbrera en cuestión la dicen y escriben constantemente, a ver si cuela.
En general, ese soberbio manejo de los tiempos en política no es más que la inacción provocada por el estupor de unas circunstancias que sobrepasan la capacidad del protagonista, así que, más que manejar el tiempo, lo que hace el político en cuestión es un intento vano por detenerlo quedándose quietecito, a ver si los problemas se solucionan solos. Franco solía hacerlo con las famosas dos pilas de expedientes, pero ZP le ha superado con su gestión de la crisis de la deuda.
En el caso de la proyectada conversión del Valle de los Caídos en un parque temático socialdemócrata, ni siquiera los aduladores más montaraces de ZP pueden afirmar que el todavía presidente ha realizado un ejercicio sublime de ponderación temporal, porque haber convocado a un panel de expertos en necrofilia ideológica sin tiempo para que su dictamen pueda ejecutarse demuestra que el leonés, en este caso también, ha realizado un cálculo de los plazos bastante deficiente.
Para reformar en clave progresista la finca de Cuelgamuros hubiera sido necesario iniciar los trámites al comienzo de esta legislatura, como muy tarde. Con cuatro años por delante, las excavadoras progresistas hubieran tenido tiempo suficiente para convertir el Valle de los Caídos en un Progreland al que los hijos de las familias bien del franquismo, convertidos en socialistas de toda la vida, podrían estar llevando actualmente a su descendencia a pasar un fin de semana lisérgico, haciéndose fotos con actores disfrazados del Che Guevara y viendo documentales de dibujos animados explicando que la Guerra Civil, en realidad, la ganaron los rojos, es decir, los enemigos de los abuelos de las criaturas.
De hecho, si Zapatero hubiera sabido manejar los tiempos, los sociatas habrían tenido tiempo suficiente para exhumar los restos de Franco y proceder con él como los sucesores del papa Formoso allá por el siglo IX, al que desenterraron para someterlo a juicio en un concilio mucho más tétrico de lo habitual. A Su Santidad Formoso lo encontraron culpable, claro, mayormente porque llevaba ocho meses muerto cuando lo sentaron en la silla gestatoria ante el sínodo para escuchar las graves acusaciones que se le formulaban, y el pobre no atinó a defenderse con soltura. Tras la sentencia, sus restos fueron arrojados al Tíber y todas sus disposiciones y nombramientos, anulados. No conviene seguir este ejemplo al pie de la letra, porque, de hacer lo propio con Franco, una de las primeras consecuencias sería que su sucesor a título de rey quedaría deslegitimado de forma inmediata, precisamente lo que menos necesita ahora su yerno, como es bien sabido.
Con Franco no ha sido necesario llevar el rigor progresista a esos extremos porque su régimen ya ha recibido la condena de los socialistas, que son los que imponen la verdad histórica gracias a que el centro-reformismo patrio sólo se dedica a la economía, pero el hecho de haber dilatado tanto la decisión de arrasar un monumento religioso, como es en realidad el Valle de los Caídos, ha tenido como consecuencia que el PSOE ha perdido las elecciones sin tiempo siquiera para contratar las palas mecánicas y a los barreneros encargados de adecentar aquellos contornos en clave de progreso.
La reconversión del Valle de los Caídos en un parque temático progresista, ay, tendrá que esperar unos años más, al menos hasta que el PSOE vuelva a recuperar el gobierno, y no es previsible que, con el legado de su última etapa, vaya a suceder en esta década. Aunque, quién sabe, si la agitación callejera de la izquierda contra el gobierno del PP llega a ciertos límites, igual D. Mariano se muestra generoso con nuestras gentes de progreso y les autoriza a hacer lo que quieran con el Valle y con los restos de Franco y José Antonio. Las reformas económicas exigen tantos sacrificios...
En general, ese soberbio manejo de los tiempos en política no es más que la inacción provocada por el estupor de unas circunstancias que sobrepasan la capacidad del protagonista, así que, más que manejar el tiempo, lo que hace el político en cuestión es un intento vano por detenerlo quedándose quietecito, a ver si los problemas se solucionan solos. Franco solía hacerlo con las famosas dos pilas de expedientes, pero ZP le ha superado con su gestión de la crisis de la deuda.
En el caso de la proyectada conversión del Valle de los Caídos en un parque temático socialdemócrata, ni siquiera los aduladores más montaraces de ZP pueden afirmar que el todavía presidente ha realizado un ejercicio sublime de ponderación temporal, porque haber convocado a un panel de expertos en necrofilia ideológica sin tiempo para que su dictamen pueda ejecutarse demuestra que el leonés, en este caso también, ha realizado un cálculo de los plazos bastante deficiente.
Para reformar en clave progresista la finca de Cuelgamuros hubiera sido necesario iniciar los trámites al comienzo de esta legislatura, como muy tarde. Con cuatro años por delante, las excavadoras progresistas hubieran tenido tiempo suficiente para convertir el Valle de los Caídos en un Progreland al que los hijos de las familias bien del franquismo, convertidos en socialistas de toda la vida, podrían estar llevando actualmente a su descendencia a pasar un fin de semana lisérgico, haciéndose fotos con actores disfrazados del Che Guevara y viendo documentales de dibujos animados explicando que la Guerra Civil, en realidad, la ganaron los rojos, es decir, los enemigos de los abuelos de las criaturas.
De hecho, si Zapatero hubiera sabido manejar los tiempos, los sociatas habrían tenido tiempo suficiente para exhumar los restos de Franco y proceder con él como los sucesores del papa Formoso allá por el siglo IX, al que desenterraron para someterlo a juicio en un concilio mucho más tétrico de lo habitual. A Su Santidad Formoso lo encontraron culpable, claro, mayormente porque llevaba ocho meses muerto cuando lo sentaron en la silla gestatoria ante el sínodo para escuchar las graves acusaciones que se le formulaban, y el pobre no atinó a defenderse con soltura. Tras la sentencia, sus restos fueron arrojados al Tíber y todas sus disposiciones y nombramientos, anulados. No conviene seguir este ejemplo al pie de la letra, porque, de hacer lo propio con Franco, una de las primeras consecuencias sería que su sucesor a título de rey quedaría deslegitimado de forma inmediata, precisamente lo que menos necesita ahora su yerno, como es bien sabido.
Con Franco no ha sido necesario llevar el rigor progresista a esos extremos porque su régimen ya ha recibido la condena de los socialistas, que son los que imponen la verdad histórica gracias a que el centro-reformismo patrio sólo se dedica a la economía, pero el hecho de haber dilatado tanto la decisión de arrasar un monumento religioso, como es en realidad el Valle de los Caídos, ha tenido como consecuencia que el PSOE ha perdido las elecciones sin tiempo siquiera para contratar las palas mecánicas y a los barreneros encargados de adecentar aquellos contornos en clave de progreso.
La reconversión del Valle de los Caídos en un parque temático progresista, ay, tendrá que esperar unos años más, al menos hasta que el PSOE vuelva a recuperar el gobierno, y no es previsible que, con el legado de su última etapa, vaya a suceder en esta década. Aunque, quién sabe, si la agitación callejera de la izquierda contra el gobierno del PP llega a ciertos límites, igual D. Mariano se muestra generoso con nuestras gentes de progreso y les autoriza a hacer lo que quieran con el Valle y con los restos de Franco y José Antonio. Las reformas económicas exigen tantos sacrificios...