Los Puertos en blanco

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Nevada 18 de Enero de 2017

lunes, 5 de diciembre de 2011

AMORES PATRIOS

De Valle de los Caídos a Progreland

Por Pablo Molina

A José Luis Rodríguez Zapatero, presidente en funciones del gobierno del reino de España, siempre se le ha atribuido un uso magistral de los tiempos en política, cosa que no es de extrañar porque la imaginación de los pelotas mediáticos especializados en dar jabón a los políticos en alza suele ser bastante limitada.
"Maneja muy bien los tiempos" es una expresión sintomática de cierto retraso mental que apenas significa algo; pero como suena un poco culta, los aspirantes a la jefatura de prensa del lumbrera en cuestión la dicen y escriben constantemente, a ver si cuela.
En general, ese soberbio manejo de los tiempos en política no es más que la inacción provocada por el estupor de unas circunstancias que sobrepasan la capacidad del protagonista, así que, más que manejar el tiempo, lo que hace el político en cuestión es un intento vano por detenerlo quedándose quietecito, a ver si los problemas se solucionan solos. Franco solía hacerlo con las famosas dos pilas de expedientes, pero ZP le ha superado con su gestión de la crisis de la deuda.
En el caso de la proyectada conversión del Valle de los Caídos en un parque temático socialdemócrata, ni siquiera los aduladores más montaraces de ZP pueden afirmar que el todavía presidente ha realizado un ejercicio sublime de ponderación temporal, porque haber convocado a un panel de expertos en necrofilia ideológica sin tiempo para que su dictamen pueda ejecutarse demuestra que el leonés, en este caso también, ha realizado un cálculo de los plazos bastante deficiente.
Para reformar en clave progresista la finca de Cuelgamuros hubiera sido necesario iniciar los trámites al comienzo de esta legislatura, como muy tarde. Con cuatro años por delante, las excavadoras progresistas hubieran tenido tiempo suficiente para convertir el Valle de los Caídos en un Progreland al que los hijos de las familias bien del franquismo, convertidos en socialistas de toda la vida, podrían estar llevando actualmente a su descendencia a pasar un fin de semana lisérgico, haciéndose fotos con actores disfrazados del Che Guevara y viendo documentales de dibujos animados explicando que la Guerra Civil, en realidad, la ganaron los rojos, es decir, los enemigos de los abuelos de las criaturas.
De hecho, si Zapatero hubiera sabido manejar los tiempos, los sociatas habrían tenido tiempo suficiente para exhumar los restos de Franco y proceder con él como los sucesores del papa Formoso allá por el siglo IX, al que desenterraron para someterlo a juicio en un concilio mucho más tétrico de lo habitual. A Su Santidad Formoso lo encontraron culpable, claro, mayormente porque llevaba ocho meses muerto cuando lo sentaron en la silla gestatoria ante el sínodo para escuchar las graves acusaciones que se le formulaban, y el pobre no atinó a defenderse con soltura. Tras la sentencia, sus restos fueron arrojados al Tíber y todas sus disposiciones y nombramientos, anulados. No conviene seguir este ejemplo al pie de la letra, porque, de hacer lo propio con Franco, una de las primeras consecuencias sería que su sucesor a título de rey quedaría deslegitimado de forma inmediata, precisamente lo que menos necesita ahora su yerno, como es bien sabido.
Con Franco no ha sido necesario llevar el rigor progresista a esos extremos porque su régimen ya ha recibido la condena de los socialistas, que son los que imponen la verdad histórica gracias a que el centro-reformismo patrio sólo se dedica a la economía, pero el hecho de haber dilatado tanto la decisión de arrasar un monumento religioso, como es en realidad el Valle de los Caídos, ha tenido como consecuencia que el PSOE ha perdido las elecciones sin tiempo siquiera para contratar las palas mecánicas y a los barreneros encargados de adecentar aquellos contornos en clave de progreso.
La reconversión del Valle de los Caídos en un parque temático progresista, ay, tendrá que esperar unos años más, al menos hasta que el PSOE vuelva a recuperar el gobierno, y no es previsible que, con el legado de su última etapa, vaya a suceder en esta década. Aunque, quién sabe, si la agitación callejera de la izquierda contra el gobierno del PP llega a ciertos límites, igual D. Mariano se muestra generoso con nuestras gentes de progreso y les autoriza a hacer lo que quieran con el Valle y con los restos de Franco y José Antonio. Las reformas económicas exigen tantos sacrificios...

viernes, 18 de noviembre de 2011

Las tres reformas inmediatas que los inversores exigen a Rajoy

Las tres reformas inmediatas que los inversores exigen a Rajoy

Los expertos exigen al nuevo Gobierno una reforma radical en el mercado laboral, el sector público y en el sector financiero.


Libre Mercado 2011-11-18
Mariano Rajoy tendrá una dura tarea por delante a partir del próximo 20-N. Esta realidad parece evidente para todos los españoles, pero también fuera de nuestras fronteras se ha impuesto que al candidato del PP no le quedará otro remedio que aplicar con determinación y sin dudas una serie de reformas que hagan factible el crecimiento de la economía española.
Todos los análisis coinciden en que España necesita emprende tres reformas fundamentales sin ningún tipo de demora. Los tres campos en los que tendrá que intervenir el nuevo Gobierno son: mercado laboral, finanzas públicas y sistema financiero. La labor no será fácil, entre otras cosas porque en los tres campos existen fuertes grupos de presión, pero tampoco debería verse como un imposible.
Esta semana, una de las principales instituciones financieras europeas ha publicado un pequeño informe sobre la economía española en el que valoraba el programa del PP y sus opciones para cambiar realmente las cosas una vez que llegase al Gobierno. En opinión de sus autores, Rajoy aún estaría a tiempo de modificar la dinámica de los últimos meses si aplica la medicina correcta para cada una de las dolencias del enfermo. Los siguientes son sus tres principales consejos:
Mercado laboral
En este campo, los analistas de la prensa internacional, así como los expertos de los institutos de inversión coinciden en que sólo se puede hacer una cosa: flexibilizar la regulación. Aún a costa de enfrentarse a los sindicatos, Rajoy debe acercar los criterios de decisión a empresas y trabajadores. En el documento que analizamos hoy y que está siendo leído con cuidado por inversores de la City londinense se piden al nuevo Gobierno tres medidas.
Lo primer sería cambiar la última reforma laboral para que las "negociaciones a nivel de empresa tengan prioridad" sobre las negociaciones a nivel sector o autonómico. Es decir, eliminar la excepción que incluyó el Gobierno de Rodríguez Zapatero. En el texto aprobado hace unos meses, se daba prioridad a los convenios de empresa siempre que un convenio superior no dijera lo contrario. De esta manera, este cambio, que podía haber sido revolucionario, quedaba convertido en papel mojado.
En segundo lugar, los expertos piden que "se elimine la ultraactividad" y se reemplace por un laudo arbitral cuando expiren los plazos del convenio vigente y no se haya acordado su renovación entre empresario y trabajadores.
Por último, este informe sobre la economía española pide que se apruebe el contrato único (en las últimas semanas se han barajado dos opciones: con indemnización fija de 20 días por año trabajado o con indemnización creciente, empezando en 15 y terminando en 36), para acabar con la "dualidad" del mercado laboral entre indefinidos y temporales.
Gasto público
La espada de Damocles que pende sobre la economía española en estos momentos se llama gasto público. Es evidente que no hay nada tan urgente como recuperar la credibilidad de las cuentas de las administraciones públicas para alejar el fantasma de la bancarrota y el rescate. De hecho, la reforma laboral también iría dirigida en este camino: se cambia la normativa para crear más empleo y crecer más.
El problema según todos los expertos está en la administración autonómica. Las finanzas regionales están al borde del colapso y los ejecutivos autonómicos no son capaces ni de encontrar financiación a corto plazo. Para resolver esta cuestión, los autores de este análisis creen que se podría acudir a la emisión de bonos participados por todas las autonomías o con el aval estatal. Eso sí, a cambio de esta ayuda, los gobiernos tendrían que comprometerse a un control mucho más estricto que el actual, incluyendo planes de reestructuración pactados con el Ministerio de Economía. Sería una solución similar a los eurobonos pero con el mayor control sobre los resultados dado que el grifo de la financiación regional sigue estando en manos del Estado.
Sistema financiero
Según los cálculos de esta entidad, al sistema financiero español le hacen falta unos 50.000 millones de euros para recapitalizarse en la línea de lo exigido por la UE. Claro, con una necesidad de fondos tan elevada, es lógico que se haya secado el crédito como lo ha hecho en las últimas semanas. El problema es que familias y empresas están empezando a pasarlo realmente mal por la carestía de financiación.
Para solucionar este problema, los autores de este informe recomiendan a Rajoy un programa de intercambio de bonos, por el que el Gobierno se quedaría con los activos tóxicos en poder del sistema financiero a precio de balance. A cambio, entregaría nuevos bonos del Estado respaldados (al menos en parte) por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (el Fondo de Rescate famoso). Esto sanearía de un plumazo el sector bancario hispano, aunque a costa de poner sobre las espaldas de los contribuyentes el coste del rescate. La solución estaría en un programa de recompra o de venta paulatina de activos que permitiera al Estado recuperar parte de esta inversión.

martes, 25 de octubre de 2011

Cómo mejorar la calidad de la educación recortando el gasto público

A CLAVE: BUENOS Y MALOS PROFESORES

Cómo mejorar la calidad de la educación recortando el gasto público

El incremento en el gasto por alumno en las últimas tres décadas no ha conseguido mejorar los resultados académicos.


ÁNGEL MARTÍN 2011-10-25
La gran mayoría de los analistas se echa las manos a la cabeza ante las noticias sobre recortes presupuestarios en materia de educación. Se argumenta que éste es uno de los pilares básicos del Estado del Bienestar y hay que mantener su financiación. Hace unos días, por ejemplo, la presidenta de la Comunidad Autónoma de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, declaraba que las partidas de educación y sanidad estarán al margen de los recortes.
Nadie duda de la gran importancia que tiene la educación para generar una sociedad próspera y bien formada. Existen numerosas evidencias de que una mayor y mejor formación redunda en salarios más altos y en una renta per cápita del conjunto del país más elevada.
Precisamente por su importancia crucial en el desarrollo económico y social debe ponerse especial atención en tratar de mejorar el sistema educativo. En este sentido, es especialmente preocupante el caso de España, donde nuestra calidad educativa recibe una nota muy baja. Por eso, los cambios en el sistema son importantes y mantener el statu quo es una receta para continuar con la mediocridad.
Cambios y resistencias
Prácticamente toda propuesta para modificar –aunque muy ligeramente- el statu quo es resistida con fuerza por los grupos de interés que acusan a los que piden esos cambios de querer cargarse el sistema educativo, especialmente de las clases bajas.
Si, además, estamos en una época en la que la situación de las finanzas públicas es muy delicada y es imprescindible acometer recortes presupuestarios, parece imposible implementar cambios a mejor en la educación. La reducción en el salario global de los profesores o el aumento en la jornada de trabajo redundarán, aparentemente, en peores resultados. El problema es que los estudios muestran que ninguno de estos dos elementos es especialmente relevante para determinar el desempeño de los alumnos.
Al contrario de lo que se piensa, si se hicieran las cosas bien, los recortes presupuestarios en educación podrían ser compatibles con mejoras en la calidad. Así se matarían dos pájaros de un tiro: se podrían sanear las finanzas públicas al mismo tiempo que mejora nuestro capital humano.
Gasto y resultados
La primera idea a tener en cuenta es que mayores niveles de gasto en educación no garantizan ni mucho menos mejores resultados. Un caso prototípico de esto es el de Estados Unidos. Como puede verse en el gráfico, el creciente gasto gubernamental por alumno en educación no ha evitado que el rendimiento educativo de los estadounidenses haya permanecido prácticamente estancado en las últimas décadas.
Según un estudio elaborado por el equipo de investigación del banco Natixis, la relación entre más gasto y mejor calidad educativa es difusa entre los países de la OCDE. El único gasto en educación que sí tiene una correlación significativa con las destrezas de la gente joven y su capacidad para encontrar empleo es el gasto total (privado y gubernamental) en la educación superior (universidad). Los datos no indican que dedicar más recursos a educación primaria o secundaria dentro de los países desarrollados vaya a traducirse necesariamente en mejor rendimiento.
Así, las claves del éxito o el fracaso de un sistema educativo no están, principalmente, en la cantidad de gasto, sino en cómo y dónde se gasta y en el esquema de incentivos al que se enfrentan profesores, padres, alumnos y gestores de las escuelas. De manera equivalente, en lo que se refiere a los recortes públicos en educación, lo relevante no es cuánto, sino cómo y dónde, como explican los profesores Antonio Cabrales y Florentino Felgueroso en Nada es Gratis.
La calidad de los profesores
Otra de las ideas fundamentales que hay que tomar en consideración es la gran importancia de la calidad del profesorado sobre el rendimiento de los alumnos. Según Eric Hanushek, uno de los mayores expertos a nivel mundial en economía de la educación, "ningún otro aspecto medible de las escuelas es ni de lejos tan importante para determinar el rendimiento de los estudiantes".
Pero el hecho de que la calidad del profesorado importe mucho tiene una implicación importante, no del gusto de todo el mundo. Y es que los malos profesores tienen un impacto significativo y negativo sobre sus estudiantes y la economía en general. Así, afirma Hanushek que "podríamos mejorar dramáticamente el rendimiento educativo si se eliminaran a los peores profesores del sistema". Con datos de EEUU, este investigador sostiene que quitando sólo al 5-8% peor de los profesores, los americanos podrían pasar de estar por debajo de la media de los países desarrollados a estar entre los primeros lugares en materia de resultados educativos.
Por tanto, para Hanushek la crisis presupuestaria podría ser incluso una bendición para las escuelas, siempre y cuando los recortes se llevaran a cabo de forma sensata en la dirección apuntada. Eso sí, según sus conclusiones un sistema más eficiente iría de la mano de mayores salarios para los mejores profesores.
En realidad, sin embargo, aunque la idea parece radical, es de sentido común. Y es que en todas las áreas hay trabajadores que lo hacen bien y otros que lo hacen peor. En un entorno competitivo las empresas tratan de hacerse con la gente competente, y deshacerse de los incompetentes. El problema es que en las escuelas el margen para hacer esto es prácticamente inexistente, para perjuicio de los alumnos y la sociedad en su conjunto.
Asimismo, la introducción de una mayor participación del sector privado -ya sean empresas con fines de lucro u otro tipo de organizaciones no lucrativas- o de ingeniosas innovaciones en la educación podría tener el efecto de mejorar la calidad de las escuelas al mismo tiempo que se reduce el gasto público. De nuevo, se trata de responder a la crisis de forma innovadora, tratando de adaptarse a las nuevas circunstancias.

lunes, 1 de agosto de 2011

COMO ESTA EL PATIO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

CÓMO ESTÁ EL PATIO

La CIStitis de Rajoy

Por Pablo Molina


Dicen los expertos en sociología que las encuestas sobre intención de voto reflejan la opinión de los votantes sólo en el momento en que se hacen. Debe de ser cierto, porque la última entrega, que presenta a un Rubalcaba haciendo honor a su pasado de velocista aproximándose rápidamente a Rajoy, se hizo cuando empezaban las vacaciones veraniegas. Obviamente, la gente estaba de coña.
O no, vaya usted a saber, porque este país ha sido siempre bastante raro y últimamente no lo reconoce ni la santa madre que lo parió, como vaticinó el sabio andaluz que ahora preside la comisión constitucional del congreso en atención a sus méritos democráticos.
Lo que resulta raro en todo este asunto de las encuestas sobre intención de voto no es que el entusiasmo hacia Mariano Rajoy fluctúe, algo por lo demás bastante natural, tratándose de un egregio aficionado al ciclismo y, por lo tanto, propenso a hacer la goma cuando se enfrenta a una escalada. No. Lo realmente pintoresco es que Rubalcaba despierte todavía cierta confianza en el electorado, porque al contrario que Zapatero cuando se encaramó milagrosamente a la secretaría general y la candidatura del PSOE, a R. se le conoce sobradamente en todos los rincones de España.
La cuestión es que el votante medio del socialismo, a pesar de la evidencia de los resultados de esa ideología en su propio bolsillo, está dispuesto a confiar en un personaje como Alfredo Pérez Rubalcaba para regir los destinos de un país cada vez más destinado a convertirse en el triste bufón de Europa.
Constatado el hecho de que, por desgracia para España, sus ciudadanos son bastante izquierdosos, queda por dilucidar si es posible que hasta Rubalcaba pueda liderar un partido socialista cuya trayectoria inmediata transcurre entre el espanto político y el horror financiero.
Tal vez sea esa la razón de que los votantes socialistas hayan decidido apostar por su candidato en lugar de preferir otras opciones o quedarse sencillamente en casa, como hicieron de forma decisiva en las últimas elecciones autonómicas y municipales. Como esto ya no hay quien lo arregle y el desastre es absoluto, votemos de nuevo a los nuestros para que se lleven el mérito de la recuperación, que por fuerza tiene que empezar a notarse en algún momento, ya que esto no puede ir a peor mucho tiempo más.
Estamos dando por supuesto que la encuesta del CIS, Centro de Investigaciones Socialistas, refleja de algún modo la realidad, lo que es mucho suponer, sobre todo cuando el PSOE está en el poder. Pero como aquí todo el mundo hace mucho caso a los platos precocinados de esta empresa estatal, lo mismo Mariano Rajoy debería comenzar a pensar que igual no tiene las elecciones del 20-N ganadas de calle.
No es por fastidiar, pero con Rubalcaba al frente del PSOE cualquier cosa puede pasar. Incluso que logre convencer a los votantes desencantados del socialismo de que el destrozo absoluto de la educación, el trabajo, la dignidad nacional, el equilibrio territorial, las finanzas, la economía de las empresas y el bolsillo de esos mismos ciudadanos se ha producido sencillamente porque España no ha recibido una dosis adecuada de socialismo. Su acercamiento genuflexo a los indignantes, fuerza de choque de la extrema izquierda –por más que un Nobel ocioso les visite para echarles cacahuetes entre el aplauso de tertulianos y columnistas de toda laya y condición–, es una clave que permite adivinar cuál es el programa de gobierno de un tipo como él, dispuesto a convertirse en la gran esperanza roja.
Como esto de las encuestas del CIS no sea otra coña veraniega, vamos arreglados.

lunes, 27 de junio de 2011

SOY UN FASCISTA .....................

Soy un 'fascista'



Yo pensaba que no, pero como cada vez me lo dicen más, estoy casi por creérmelo. Soy un fascista intolerante. Mis creencias y pensamiento son profundamente reaccionarios y carezco de cualquier sensibilidad social. Cada vez me lo dicen más cuando discuto sobre cualquier tema o escribo cualquier artículo. Y es que, ciertamente, debe ser muy raro lo que quiero y lo que creo. Por ejemplo:
Soy fascista porque creo que el PSOE no ha sabido gestionar la crisis económica. Cuando el PSOE llegó al poder en 2004 había poco más de 2 millones de parados y ahora tenemos 5 millones. Debe ser que los parados también son fascistas. Si no, no se explica.
Soy un fascista españolista porque no creo en las autonomías. Es profundamente reaccionario pensar que 17 gobiernos y 17 parlamentos son innecesarios y son un despilfarro pudiendo haber uno solo que gestione para toda España. Es una falta de respeto inaceptable hacia las ‘nacionalidades’ creer que buscar lo que nos separa antes que lo que nos une no lleva a nada bueno. Además, es antisocial creer que el progreso no está relacionado con la descentralización. Como ejemplo, baste decir que en Francia, por ser el país más centralista del mundo, aún llevan taparrabos, hacen pinturas rupestres y viven en cavernas.
Soy un fascista meapilas por ser católico. Pero, entonces, el 80% de los españoles que también se declaran católicos son fascistas, claro.
Soy un fascista elitista por creer en la formación, la excelencia, el trabajo y el esfuerzo. Lo progresista es creer en la subvención, el enchufismo, la sopa boba y pasar curso con 4 cates.
Soy un fascista clasista por querer una educación de calidad. Es antisocial y reaccionario aspirar a que los jóvenes tengan una buena formación en Matemáticas, Física, Química, Latín, Filosofía, Ética, Historia o Lengua Española. Es inaceptable querer que los jóvenes lean un texto y lo comprendan o que tengan una buena capacidad de pensamiento abstracto. Y, por supuesto, soy fascista por rechazar asignaturas adoctrinantes como Educación para la Ciudadanía o por no querer que se degenere a los jóvenes enseñándoles aberraciones sexuales que, además, son contrarias a los principios éticos de sus padres.
Soy un fascista ultraliberal por creer en la iniciativa social y las empresas privadas como protagonistas de la economía.
Soy un fascista insolidario por defender una fiscalidad baja y que la renta disponible de las personas sea la mayor posible.
Soy un fascista obstruccionista de la paz por defender que las víctimas del terrorismo deben ser escuchadas y que no se puede permitir que los asesinos etarras y quienes les apoyan estén en las instituciones.
Soy un fascista españolista por sentirme profundamente español y por emocionarme al escuchar el Himno Nacional o ver una bandera de España.
Soy un fascista catalanófobo, vascófobo y gallegófobo por defender la libertad de los hispanohablantes de hablar, rotular o estudiar en español en cualquier lugar de España.
Soy fascista porque creo que sindicatos, patronal y partidos políticos no deben recibir dinero público y vivir de las cuotas de sus afiliados.
Soy un fascista eurófobo por no creer en el mercadeo y la burocracia que supone la Unión Europea.
Soy un fascista antisocial porque no creo en la sanidad ni en la educación públicas sino en la sanidad y educación de calidad y acceso universal.
Soy un fascista peligroso porque creo que en las autopistas se puede circular a 140 km/h.
Soy fascista machista porque creo que la igualdad hombre-mujer no se consigue con cuotas ni con imposiciones.
Soy un fascista antiguo por afirmar que dos hombres o dos mujeres no son un matrimonio.
Soy fascista neandertal por afirmar que lo natural es la relación hombre-mujer y rechazar la conducta homosexual. Además, por supuesto, también soy homófobo, lesbianófobo, bífobo, tránsfobo y hasta necrófobo.
Soy un fascista opresor del derecho de la mujer a elegir porque creo en el derecho a la vida y en que no se puede matar a un bebé no nacido. Y no por cuestiones religiosas, sino de simple lógica. Todos fuimos embriones. Si nos hubieran matado cuando teníamos una semana, dos semanas o 3 meses de gestación, no estaríamos aquí.
Paradójicamente, también soy un fascista islamófobo porque rechazo que se margine a la mujer tras un burka o velo o porque se las prohiba conducir en Arabia Saudí.
Soy fascista porque no soy de izquierdas.
Soy fascista porque soy de derechas. Por ello, además, no soy demócrata, por supuesto.
Soy también franquista aunque naciera en 1977, cuando Franco llevaba muerto dos años y aunque no haya conocido otro jefe de Estado que Don Juan Carlos.

Soy fascista, en definitiva, porque no me callo y no me guío por consignas fáciles o por lo políticamente correcto.
Pues si ser fascista es ser todo esto, soy un pedazo facha, ciertamente.

DICCIONARIO PERROFLAUTISTICO

CÓMO ESTÁ EL PATIO

Diccionario perroflauta-español (1)

Por Pablo Molina

El sagaz lector observará cierto desorden alfabético en este breve diccionario, pero es que se trata de una obra perroflautil y por tanto anárquica en su esencia. "¿No hemos empezado a leer y ya estamos oprimiendo? ¡Fascista!".
Indignados. Universitarios y otros seres humanos con poca pasta y el tiempo libre necesario para asistir a las asambleas interminables de los acampados y sus algaradas callejeras, estas últimas convocadas mayormente contra los órganos políticos gobernados por el PP.
Fascista. Todo el que no está a favor de los indignados. En lavapiesano, farcista; en batasuno, faxista.
Derecho a la vivienda. Derecho a una vivienda gratis. O, en el peor de los casos, poniendo el interesado una pequeña parte de su propio sueldo, en caso de que el interesado de marras tenga por costumbre trabajar a cambio de uno.
Sistema. La sociedad, sus instituciones rectoras, el sistema de libre mercado, los empresarios y los medios de comunicación, a excepción de Público y La Sexta.
Opresión. Lo que el sistema receta al indignado. El sistema le oprime porque no le permite vivir sin pegar golpe en un estado de eterna adolescencia, que es a lo que aspira cualquier persona con un mínimo compromiso ético.
Igualdad. Situación en que el indignado tiene más dinero que los demás.
Desigualdad. Situación en que los demás tienen más dinero que el indignado.
Capitalismo. Diabólico ordenamiento económico en virtud del cual los que más trabajan o mejor emplean su talento más dinero tienen, grave injusticia que conviene desmontar cuanto antes. El progresismo indignado busca precisamente acabar con esa lacra utilizando el maravilloso mecanismo de la redistribución de la riqueza.
Redistribución. Herramienta de justicia social que permite al gobierno dar al ocioso una parte de la riqueza que produce el que no lo es. Después del fuego (para encender los canutos, si no de qué), es el invento más valioso para el indignado.
Banquero. Señor con sombrero de copa que con su mano llena de anillos de oro abofetea al pobre que no ha podido pagar el préstamo que pidió para hacerse con una vivienda cuyo valor estaba diez veces por encima de lo que se podía permitir; vivienda, por supuesto, amueblada, con el coche nuevo en el garaje y las vacaciones en la Riviera Maya para celebrarlo.
Empresario. Señor semejante al banquero, pero con menos anillos de oro en los dedos. En lugar de enriquecerse con la usura, lo hace explotando al obrero en interminables jornadas laborales –¡a veces llegan a las ocho horas!–, y no para repartir los beneficios a partes iguales, sino a cambio de un salario, que ya hay que ser cruel.
Democracia. Sistema que sólo rige cuando se hace lo que dicen los colectivos de indignados.
Asamblea. Expresión máxima de la genuina democracia. En una asamblea se escucha al que más vocifera y a continuación se vota, por supuesto a mano alzada, para que todos puedan identificar a los traidores que se oponen a los avances propuestos por los líderes del grupo.
Perro. Mamífero doméstico de la familia de los cánidos.
Flauta. Instrumento musical de viento en forma de tubo con agujeros circulares.
Perroflauta. Indignado, concienciado, rebelde con causa, la esperanza de la humanidad de que otro mundo es posible. A veces se lava.
Pacto del euro. Es, para los indignados, como los agujeros negros para los especialistas en física cuántica: intuyen que existe, pero ninguno sabe de qué va la cosa.
Mercados. Mecanismo utilizado por el gran capital y la judería internacional para hacer que cada uno gane dinero en función de sus merecimientos. Los indignados lo combaten por amor a la Igualdad.
Tipos de interés. El Che Guevara, Garzón, incluso ZP antes de llegar al poder.

martes, 21 de junio de 2011

QUE PAGUEN LOS MAS RICOS ?? SIEMPRE??? ACABAR CON LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO...............


Una de las principales críticas que se dirigen contra el capitalismo es la desigual distribución de la riqueza. Los hay muy pudientes y los hay muy desharrapados, de modo que aparentemente la equidad exigiría que parte de la riqueza de los primeros fuera a parar a los segundos para nivelar las diferencias: al cabo, los acaudalados ni siquiera lo notarían y los más pobres obtendrían suculentos beneficios.
De hecho, éste es en parte el propósito de nuestros modernos Estados del Bienestar y, asimismo, ésta es la receta mágica que algunos propugnan para lograr atajar los déficits públicos actuales sin recortar el "gasto social": recuperar o subir el impuesto sobre el patrimonio y sobre sucesiones, crear un impuesto para las grandes fortunas, gravar con mayor intensidad las rentas procedentes del ahorro... Pero, ¿realmente nos conviene que toda la fiesta la paguen los más ricos? Mejor dicho, ¿qué significa exactamente eso de que "paguen los más ricos"?
Muchas veces –demasiadas– tendemos a simplificar la realidad económica en imágenes o conceptos que nos resulten manejables y que podamos entender. Cuando pensamos en una persona rica, nos imaginamos de inmediato a un individuo que, cual Tío Gilito, tiene piscinas llenas de oro (o de dinero fiduciario) que le permiten comprar cualesquiera bienes y servicios. La redistribución de la renta, por consiguiente, sería algo tan fácil como arrebatarles unas poquitas monedas de oro a los tíos gilitos para dárselas a los carpantas de este mundo.
El problema es que la estampa no resulta en absoluto realista. Los ricos no son unas personas que tienen muchísimo dinero en el banco, sino gentes que poseen un enorme patrimonio en forma de tierras, inmuebles o, sobre todo en nuestras sociedades capitalistas, participaciones en empresas. Cuanto oímos que Bill Gates o Warren Buffett poseen zillones de dólares, no es que acumulen entre los dos el 99% de todos los dólares en circulación, sino que su cartera de propiedades y empresas (como Microsoft o Coca-Cola) alcanza un valor de mercado de zillones de dólares.
Y, ahora, deténgase a pensar un momento. ¿Por qué Microsoft o Coca-Cola valen lo que valen? ¿Porque tienen ambas un almacén gigantesco repleto de miles de millones de sistemas operativos y de latas de cola? No precisamente: las mercancías presentes de esas compañías son una minúscula parte de su valor de mercado; a fecha de hoy, por ejemplo, Microsoft tiene un valor bursátil de 204.000 millones de dólares y sus inventarios apenas ascienden a 1.000 millones; Coca-Cola asciende a 150.000 millones con unos inventarios de apenas 3.000. ¿De dónde viene entonces el enorme valor de mercado de estas empresas que convierte a sus principales propietarios en los hombres más ricos del planeta?
Pues de los bienes que se espera que produzcan dentro de 5, 10 ó 20 años. Dicho de otra manera, Microsoft, Coca-Cola (y todas las demás empresas) no son valiosas por lo que han producido hasta la fecha hoy, sino por lo que producirán mañana. Es más, me atrevería a decir que ni siquiera derivan su valor de lo que producirán mañana, pues nadie, ni siquiera Bill Gates, sabe qué productos sacará a la venta Microsoft dentro de 20 años (en el caso de Coca-Cola este juicio predictivo resulta algo más sencillo). El valor de las compañías –y por tanto, el patrimonio de los "ricos"– procede de su capacidad para generar, mantener y ampliar un modelo de negocio que sirva al consumidor mejor que sus competidores, esto es, de su capacidad para generar beneficios de manera sostenida a lo largo del tiempo (lo que en términos contables se conoce como "fondo de comercio" o Goodwill).
Por desgracia para los redistribucionistas, esa capacidad de generación futura de beneficios no puede consumirse en el presente (no nos podemos beber los millones de litros de cola que se fabricarán en el año 2025), de modo que para perseguir fiscalmente a los ricos sólo quedan dos opciones: o quedarse con una parte de la renta que su patrimonio genera en el presente o apropiarse directamente de una porción de ese patrimonio (de sus empresas, inmuebles, tierras...).
Lo primero es lo que consiguen los impuestos sobre la renta (IRPF o Sociedades): parte del valor monetario de la producción anual (beneficios, rentas de alquiler, intereses...) se transfiere al Estado y éste presuntamente lo redistribuye entre la población. El perjuicio más evidente de este tipo de tributos es que, por un lado, minoran los recursos a disposición de capitalistas y empresarios, que podrían haber sido reinvertidos en la generación de más bienes de consumo futuros (nos volvemos más pobres de lo que podríamos haber sido); por otro, disminuyen la remuneración que recibe el capitalista por asumir riesgos al invertir y por retrasar la satisfacción de sus necesidades al ahorrar.
Pero acaso resulten más dañinos los segundos tipos de impuestos: los impuestos sobre el patrimonio y las herencias. En este supuesto, si el monto del impuesto supera al de la renta anual generada por el patrimonio productivo, el capitalista tendrá que desmembrar y liquidar parte de ese aparato productivo, socavando así su producción de riqueza futura para los consumidores.
Imaginemos, para entenderlo, que con una caña de pescar podemos recoger 100 pescados al año y que el valor de mercado de esa caña es de 600 pescados. Si consideramos que el propietario de la caña es un rico capitalista comeniños al que hay que esquilmar fiscalmente, podemos imponerle, por ejemplo, un tributo sobre la producción anual de pescado del 50%, de modo que cada doce meses deberá entregarle al Estado 50 pescados. Como consecuencia, el pescador dispondrá de 50 pescados menos cada año para fabricar nuevas cañas e incluso, dependiendo de la magnitud del impuesto (imaginemos uno del 90%), podría llegar a plantearse dejar de pescar.
Ahora supongamos, en cambio, que se aprueba un impuesto del 20% sobre el patrimonio del pescador (sobre el valor de mercado de su caña de pescar), de modo que cada año deberá entregarle al Estado 120 pescados. ¿Cómo podrá hacerlo si su producción anual es de 100 pescados? De ninguna manera: simplemente esos 20 pescados extra que exige el Estado no existen (pues se producirán a lo largo del próximo ejercicio). Como mucho, el pescador podría tratar de vender una parte de la caña con un valor de mercado equivalente a 120 pescados... si es que hay algún otro malvado e insolidario capitalista que tenga ahorrados físicamente esos 120 pescados.
Sin embargo, recordemos que el mayor valor de las empresas no deriva de sus bienes de capital físicos, sino de la correcta ordenación de éstos para seguir generando beneficios en el futuro. ¿Qué sucederá si el sistema fiscal comienza a trocear y a redistribuir, no ya unos bienes de consumo que no existen, sino partes sueltas de una empresa? Pues que la capacidad de generación de bienes de consumo futuros por parte de esas compañías se desmoronará. Vamos, que no van a seguir produciendo la misma cantidad de bienes pero de manera más fragmentada; no, se destruirá riqueza en términos absolutos. Lo contrario sería como cortar la caña de pescar en 10 trozos y esperar que cada uno de esos trozos siga pescando 10 peces cada año: no, una vez destruida la estructura de la caña de pescar, su capacidad para extraer peces desaparece. Lo mismo sucede con las empresas: una vez desmembrada la armonía entre sus distintas partes, su capacidad para producir en el futuro bienes y servicios que satisfagan a los consumidores, se esfuma. ¿O acaso creen que cada uno de los bienes de capital de Apple (ordenadores, formación de los trabajadores, edificios, mesas, saldos de tesorería...) seguirá siendo igual de productivo si pierde sus sinergias con el resto de la compañía y si deja de estar bajo la sabia dirección de Steve Jobs? Obviamente no: pasarán de generar una enorme riqueza a morirse de asco sin contar con casi ninguna función.
Por eso, el margen para que "paguen los más ricos" es tan estrecho. No ya porque el capital sea bastante móvil y pueda huir con relativa rapidez de aquellos Estados que lo quieren confiscar, sino porque la tributación de las grandes fortunas es literalmente merendarse la gallina de los huevos de oro. Si queremos dividir en 10 trozos una caña de pescar con un valor de mercado de 600 pescados, no obtendremos 10 trozos con valor de 60 pescados, sino 10 trozos con valor 0. Gravar a los ricos no es consumir hoy parte de la renta presente que tienen almacenada en algún banco suizo; tampoco es adelantar a hoy parte del consumo que habríamos realizado mañana; no, es consumir unas migajas hoy a cambio de destruir una enormidad de bienes y servicios que se habrían podido producir y consumir mañana.
Pero eh, aquí, como tantas otras veces en la economía, nos topamos con el insalvable obstáculo de que lo que se ve (los progresistas impuestos a los avariciosos ricos) machaca inmisericordemente en el imaginario colectivo a lo que no se ve (la enorme merma de nuestra renta futura).
Puede dirigir sus preguntas a contacto@juanramonrallo.com
Juan Ramón Rallo es doctor en Economía, jefe de opinión de Libertad Digital y profesor en el centro de estudios

lunes, 20 de junio de 2011

Los empresarios tienen pánico a contratar… ¡y con razón!

Los empresarios tienen pánico a contratar… ¡y con razón!

Los empresarios tienen pánico a contratar. Esto es lo que dijo  Miguel Ángel Fernández Ordoñez, el gobernador del Banco de España. Algo con lo que no puedo estar más de acuerdo.
La lástima es que luego dice aquello de "flexibilizar el mercado laboral manteniendo la protección social" (ya se sabe que el Estado del Bienestar es sagrado e intocable). Esto es un sinsentido intelectual y moral, una contradicción en sí misma, porque son precisamente las supuestas medidas para conseguir esa "protección social" las que producen que exista más destrucción de empleo y que los obstáculos para crearlo sean insalvables.
Por mucho que nuestros sabios gobernadores, economistas, intelectuales y políticos nos den grandes discursos sobre la reducción de empleo, el mercado laboral y nos hablen de las grandes utopías de la humanidad, la realidad diaria es la que es.
Y lo que nos encontramos en el día a día no es que los empresarios no contraten porque son avariciosos o porque los bancos no den crédito. Las razones por las cuales los empresarios no contratan son sencillísimas de entender:
1.- La Seguridad Social que tiene que pagar la empresa por los trabajadores
Las cuotas de la Seguridad Social que la empresa debe pagar le suponen un aumento de costes laborales del 35% (de media). Brutal. La empresa no puede disponer de ese 35% para mejorar su negocio. Debido a este incremento espectacular en los costes, la mayoría de PYMES ven reducidos sus márgenes hasta el punto en que una gran cantidad de negocios acaban cerrando. Y hace que la mayoría de las empresas que empiezan no puedan ser viables. Así de simple. Aquí no hay poesía.
2.- Las indemnizaciones que deberá pagar la empresa en caso de despido
Por si fuera poco el elevado incremento que suponen las cuotas de la SS para la empresa, el empresario debe correr el riesgo de tener que desembolsar mucho dinero en caso de tener que despedir al trabajador. Abaratar el despido haría que la contratación de nuevos trabajadores aumentase automáticamente. Esto, que inicialmente puede resultar paradójico, es de fácil explicación: el empresario estará más dispuesto a contratar a nuevos trabajadores si sabe que en tiempos difíciles éstos no supondrán una carga pesadísima (muchas veces insuperable). Las indemnizaciones son otro evidente motivo para tener pánico a contratar a alguien.
3.- Los convenios y negociación colectiva
Las negociaciones individuales entre trabajadores y la empresa no son posibles. En su lugar, estas negociaciones deben hacerlas los "representantes" de unos y de otros. Lo que acaba pasando es que los salarios no pueden adaptarse a la situación concreta que atraviese la empresa. ¿Y esto que significa? Pues que las empresas no pueden fijar libremente los salarios que les permitan sobrevivir. Si las empresas tienen problemas empresariales no pueden negociar los sueldos con los trabajadores. Este hecho, claro está, será muy tenido en cuenta por el empresario que está pensando en contratar a alguien.
4.- Salarios mínimos
Con el salario mínimo el Gobierno impone al empresario que pague al trabajador más de lo que éste produce. En la mayoría de los sectores, los principales afectados no son las empresas sino los jóvenes, inmigrantes y, en general, a personas con poca formación porque siempre habrá alguien que aporte más productividad por el mismo salario.
Sin embargo, existen sectores en los que los márgenes son muy ajustados. Tal es el caso de los servicios de limpieza o de hostelería, por ejemplo. Estos servicios que las empresas subcontratan no forman parte de su core business, y por tanto la productividad demandada es muy baja. En la mayoría de los casos, la productividad necesaria es inferior al salario mínimo. Esto significa que la empresa sólo será viable si el empresario contrata a trabajadores en negro. No es de extrañar que la contratación de trabajadores deje al empresario sin dormir unas cuantas noches.
5.- La Infinidad de regulaciones que impone el Estado
Una economía regulada y burocratizada significa que las empresas trabajan para el gobierno y no para la sociedad, además de suponer un gran aumento de costes. Las regulaciones laborales penalizan el crecimiento, la inversión y la creación de empleos. Cuantas más obligaciones y costes se impongan a las empresas, menos empleados podrán ser contratados.
6.- Los impuestos de sociedades que deberá pagar la empresa
Hay una última cosa para acabar de desincentivar la contratación de personas y la creación de empresas: el impuesto de sociedades. En caso de que la empresa llegue viva a final del año y tenga algunas ganancias, deberá pagar un 35% de impuestos sobre estas ganancias. La puntilla para la empresa.
Éstas, y no otras, son las principales razones por las cuales los empresarios tienen pánico al contratar. Todas ellas les hacen asumir un elevadísimo riesgo. Una vez más, la paradoja del intervencionismo: todas estas medidas impuestas coactivamente por el gobierno que están destinadas a alcanzar esa "protección social" lo único que consiguen es la destrucción de empleo y empresas.

jueves, 16 de junio de 2011

Lenin o Stalin: ¿quién fue peor? ME GUSTA ESTA REFLEXION ...........

UNIÓN SOVIÉTICA

Lenin o Stalin: ¿quién fue peor?

Por Fernando Díaz Villanueva

Me recriminan algunos lectores por correo electrónico haber elegido durante una entrevista a Lenin como el peor de los tiranos del siglo XX. Argumentan, no sin parte de razón, que Stalin, Hitler o Pol Pot mataron a más gente. Uno incluso me acusa de no haber incluido a Franco en la tripleta: según el individuo en cuestión, es el tirano que nos toca más de cerca y "el peor de la Historia de España". En fin, hay gente para todo.
La razón por la que elegí a Lenin sin dudarlo un segundo no se debe tanto al número de víctimas que su Gobierno se cobró –que fueron unas cuantas– como al régimen infame y criminal que diseñó e implantó por la fuerza, sin escatimar crueldades. Un sistema que pervivió setenta años y condenó a la esclavitud a varias generaciones de seres humanos; primero, rusos, luego de todas partes del mundo. Me refiero, naturalmente, al comunismo soviético, la mayor máquina de picar carne que ha conocido la especie humana en toda su historia.
Los izquierdistas, sabedores de que demasiadas cosas fallaron en aquel experimento sangriento, reducen el error al cuarto de siglo que gobernó Iósif Stalin, de ahí que se refieran con tanta pasión condenatoria al estalinismo, dejando el término leninismo –no digamos ya comunismo– para denominar a una noble ideología que aspiraba a emancipar a la clase trabajadora. El comunismo llegó, efectivamente, a su máxima expresión práctica durante los años de Stalin. Fue entonces cuando todo el marxismo teórico se pudo aplicar sin cortapisas en el mayor país de la Tierra, tomando a sus habitantes como cobayas. Pero Stalin, la gallina, no hubiese podido reinar sin Lenin, el huevo.
Aquí es donde empieza un fértil debate historiográfico que dura ya más de medio siglo. ¿Fue Stalin la evolución lógica del régimen instituido por Lenin, o un imprevisto accidente que arruinó la Revolución de Octubre? Aunque la visión que predomina es la primera, creo que es al contrario. Me explico.
Empecemos por el encumbramiento del ogro. Aunque Lenin se sabía mortalmente enfermo, dispuso de tiempo suficiente para nombrar sucesor. Pudo haber elegido a cualquiera, y candidatos no le faltaban. Al terminar la Guerra Civil, León Trotski o Nikolai Bujarin estaban mejor situados para ser los continuadores de la obra del padre fundador. Trotski tenía a su favor la forja del Ejército Rojo y una impecable formación revolucionaria. A pesar de las diferencias teóricas con el líder, era de la absoluta confianza de éste, y sólo las intrigas de la camarilla de Stalin consiguieron alejarle de Moscú. Bujarin, por su parte, era un teórico de primera fila muy popular dentro del Partido, hasta el extremo de que su labor había sido reconocida por Lenin en varias ocasiones. "No sólo es el teórico más valioso y destacado del Partido, sino que además es considerado, merecidamente, el preferido de todo el Partido", llegó a decir de él en su testamento.
Pero Lenin escogió a Stalin. Lo hizo libremente y sin presiones. No hubo por medio golpe de estado alguno, ni excesivas intrigas palaciegas –que, por lo demás, poca mella hacían en la inquebrantable voluntad de Lenin–. De hecho, tanto Trotski como Bujarin mantuvieron más o menos intactas sus esferas de poder al morir Lenin. Pronto caerían en desgracia. Años después, ambos fueron liquidados por órdenes directas del georgiano; Trotski, en su exilio mexicano, y Bujarin durante la Gran Purga.
Que Lenin eligiese a Stalin y no a otros, en principio, nada significa. Pudo haberse equivocado o haber creído ver en su pupilo cualidades que luego resultó no tener. Hay incluso quien asegura que Lenin, moribundo, pidió que se apartase a Stalin del poder porque era muy brusco. Posible pero improbable. Esa brusquedad es la que le había hecho ascender hasta la cúpula del poder soviético, controlada férreamente por Lenin. En definitiva, el Líder apreciaba a Trotski, a Bujarin y a otros miembros del Comité Central, pero su favorito para regir los destinos de la Revolución era Stalin, porque de otro modo le hubiese sacado de la carrera sucesoria mucho antes.
Pero, poniéndonos en la tesis oficial, aun en el caso de que Lenin se hubiese equivocado o hubiera prevenido al Partido de la zafia ambición de Stalin, la herencia que dejó ya venía envenenada. No había otra opción que perpetuar la tiranía bolchevique. Al morir Lenin, la URSS era una autocracia mucho peor que la de los zares. Los poderes que asumió Stalin eran propios de un déspota oriental. Disponía a placer de la vida de todos y cada uno de los habitantes de la Unión Soviética. Y eso se lo debía exclusivamente a su padre político.
El terror, por ejemplo, que fue el santo y seña del stalinismo, fue cosa de Lenin, que lo aplicó sin remilgos en vida. Las frases "Debemos derribar cualquier resistencia con tal brutalidad que no se olvide durante décadas" y "Cuantos más representantes del clero y la burguesía reaccionaria ejecutemos, mejor" no fueron pronunciadas por Stalin, sino por Lenin, cuyo Gobierno –de sólo siete años– sumó tantos muertos como pudo, y de la manera más brutal posible.
El Gulag, la expresión más refinada del espíritu liberticida soviético, fue creación de Lenin. Su sucesor no hizo más que perfeccionarlo y expandirlo a todos los confines de la URSS mediante una extensa red de campos de trabajo esclavo perfectamente coordinada, a la que se dotó de una función económica.
Stalin patentó el término: Gulag; Lenin, la idea.
Dentro del Partido, arrasado por Stalin durante las purgas de los años 30, la omnipotencia del líder era también legado leniniano, que, no obstante, evitó en todo momento ostentar más cargos que el de presidente del Consejo de los Comisarios del Pueblo. Así, la posibilidad de ilegalizar facciones dentro del Partido fue aprobada a instancias de Lenin, decisión que permitió a Stalin moldear el PCUS a su antojo, eliminando a todos los que podían hacerle sombra. No es casual que la primera purga del Partido fuese llevada a cabo por Lenin tan pronto como en 1921.
En definitiva: Lenin instauró una dictadura personal sin la cual el stalinismo nunca hubiese sido posible. De lo que careció es de tiempo para ejercerla, porque murió prematuramente, con sólo 53 años. Cuenta Richard Pipes que, siendo Molotov ya muy mayor, le preguntaron quién de los dos –Lenin o Stalin– había sido más duro. El viejo político, que había servido a ambos, contestó sin dudarlo:
Lenin, por supuesto. Recuerdo cómo reprendía a Stalin por ser demasiado blando y liberal.
No seré yo quien le lleve la contraria.

jueves, 2 de junio de 2011

¿PUEDE UNA EMPRESA DESPEDIR OBREROS AUN CUANDO TENGA BENEFICIOS?

Gran parte de la población tiende a pensar que la función principal de las empresas es generar empleo. Sólo cuando una compañía empieza a perder dinero, se tolera que pueda prescindir de una parte de sus empleados para reducir costes y regresar a la rentabilidad. Y aun en esos casos, se suelen atribuir las pérdidas a los altos sueldos de los directivos, exigiendo a renglón seguido rebajas sustanciales en sus emolumentos para mantener el nivel de empleo.
El escándalo por supuesto estalla cuando una empresa con beneficios comienza a despedir gente. Rápidamente se acusa al capitalismo de ser un sistema inmoral y perverso que sacrifica cuantos valores haya con tal de maximizar sus ganancias. Si la empresa es rentable (incluso muy rentable), si puede permitirse mantenerlos en plantilla, ¿a qué viene despedirlos?
Lo primero a destacar es que la tarea principal de las empresas no es generar empleo, sino crear riqueza. Su cometido es dar lugar a una organización de factores productivos capaz de engendrar bienes y servicios por los que los consumidores estén dispuestos a pagar un precio lo suficientemente elevado como para rentabilizar esa organización (esto es, que le permita a la empresa remunerar a los factores implicados compensándoles el tiempo que dedican a producir esos bienes o servicios).
A los consumidores, la organización productiva les resulta irrelevante: prácticamente nadie conoce ni está interesado en conocer los detalles de la elaboración de una determinada mercancía. Lo único que les concierne es que las prestaciones que les proporciona esa mercancía sean más valiosas que el precio que deben pagar por ella (y que habrían podido gastar en otros bienes de consumo o de capital que les hubiesen proporcionado otro tipo de prestaciones y satisfacciones en el presente o en el futuro). O dicho de otra manera, una mercancía será igual de valiosa si ha sido producida por 10.000 trabajadores que si no ha requerido los servicios de ningún obrero. Dado que las empresas nacen para producir bienes y servicios, resulta absurdo el exigirles un nivel mínimo de empleo (o un nivel mínimo de consumo de gasolina, de cobre, de horas de encendido de los ordenadores...).
Ahora bien, que la organización productiva les resulte irrelevante a los consumidores no significa, ni mucho menos, que realmente lo sea. Dado que los recursos son más escasos que nuestras necesidades, mal haríamos en ignorar el uso o mal uso que estamos haciendo de los mismos: al cabo, cada vez que utilizamos los factores productivos de un modo, estamos impidiendo que se utilicen de otro, esto es, estamos impidiendo que se produzcan otros bienes y servicios que podrían satisfacernos otras necesidades. Los empresarios se dedican justamente a eso: a trazar aquellos planes empresariales que minimicen los fines a los que los consumidores deben renunciar por el hecho de producir unos determinados bienes y servicios. Por eso tratan de vender al precio más alto (lo que indica una alta valoración de los consumidores) y de producir producen al menor coste posible (lo que significa que acaparan pocos recursos que pueden destinarse a otros planes de negocio).
El progreso y el crecimiento económico, más allá del descubrimiento de nuevos recursos, provienen, precisamente, de sacar un mayor partido a los factores que ya controlamos: o de producir una mayor cantidad de bienes con los mismos recursos o de producir lo mismo recursos con una menor cantidad de recursos, de modo que los sobrantes queden disponibles para fabricar otros bienes y servicios. Tal es el significado que en el uso corriente le damos a la palabra "economizar"; evitar las duplicidades, redundancias o despilfarros para lograr el mismo objetivo con menos esfuerzo o gasto.
En consecuencia, no es ni mucho menos necesario que las empresas esperen a incurrir en pérdidas para que se dediquen a economizar sus recursos: su misión es estar haciéndolo continuamente. Por mucho dinero que ganen, sería nocivo para accionistas y consumidores que, si pueden reducir sus costes manteniendo sus niveles de producción, no lo hicieran. Para los accionistas, porque estarían renunciando a ganar más dinero (al menos a corto y medio plazo, hasta que la competencia les forzara a bajar los precios hasta los menores costes); para los consumidores, porque podrían disfrutar de más bienes o servicios si los factores con funciones redundantes se concentraran en otros procesos productivos (obviamente, en caso de que la compañía opte por "prejubilar" a los trabajadores, los consumidores no se verían beneficiados por la economización, sino que las ganancias resultantes de esa economización se repartirían entre accionistas y los trabajadores prejubilados).
En otras palabras, no existe ninguna incompatibilidad entre ganar dinero y despedir trabajadores: las ganancias son una muestra de que la empresa está haciendo un uso eficiente de los factores productivos y la decisión de economizarlos todavía más es una señal de que pretende seguir haciéndolo. Aunque la teoría de la explotación marxista es más falsa que un duro sevillano, sí contiene una intuición que puede sernos útil: si el empresario se estuviera lucrando a costa de un determinado trabajador, ¿por qué lo despide? ¿Acaso pueden los vampiros chupar la sangre a distancia?
La economización de recursos, por cierto, suele generar mucho escándalo cuando afecta a trabajadores, sin embargo suele ser recibida entre ovaciones cuando se trata de racionar el consumo energético. ¿Se imaginan que la opinión pública vituperara a las compañías por decidir minorar su consumo de petróleo con el argumento de que con ello estarían perjudicando a las petroleras? Yo no, porque afortunadamente la gente sí suele entender que la economía no debe estar orientada a maximizar el gasto de petróleo sino la producción.
Por supuesto, despedir a trabajadores puede ser un drama dentro de una economía donde las rigideces institucionales impidan su pronta recolocación; un drama para el consumidor que no se beneficiará de una expansión en el número de bienes y servicios y un drama sobre todo para el trabajador, que si no ha logrado amasar un patrimonio que le proporcione rentas alternativas, se verá privado de su única fuente de ingresos. Pero la responsabilidad de ello no corresponde a las empresas que economizan sus recursos, sino a los políticos y sindicatos que mantienen unas instituciones que obstaculizan o impiden la creación de empleo; y por ello no debería ser la empresa la que pagara los platos rotos. A la postre, impedirle que prescinda de sus trabajadores redundantes sería tanto como permitirle que los despida para, acto seguido, imponerle un tributo cuya recaudación fuera a parar a esos trabajadores.
Cuestión distinta, claro está, es que haya que subvencionar esos despidos. Por los mismos motivos por los que no debe subvencionarse la eficiencia energética, tampoco debería subvencionarse la "eficiencia obrera". La economización de recursos no debería beneficiar a accionistas y consumidores a costa de los contribuyentes.
En definitiva, es comprensible que la natural aversión que mucha gente siente hacia que una empresa rentable despida a parte de su plantilla se camufle con críticas (razonables) a que las instituciones laborales obstaculizan su pronta recolocación o a que los contribuyentes están sufragando parte del despido. Pero, en tal caso, la exigencia no debería ser la de prohibir esos despidos, sino la de reformar el mercado laboral y la de poner fin a tales subvenciones.

viernes, 27 de mayo de 2011

UNA MIRADA SUBJETIVA SOBRE PERROFLAUTAS Y DEMAS ELEMENTOS QUIMICOS AMALGAMADOS EN LAS PLAZAS DE ESPAÑA


¿Indignados? ¡Tequiyá con la indignación de diseño asistido por ordenador!

Antonio Burgos
Día 19/05/2011 - 22.16h

Dicen que están indignados. ¿Ahora os vais a indignar, hijos míos de mi alma, a tres días de las elecciones y montando la mayor exculpación de un Gobierno inepto que vieron los siglos? ¿Precisamente ahora os vais a indignar? Indignados, no: lo vuestro es indignante.

Es indignante que os indignéis precisamente ahora, y no cuando empezó la crisis y estos tíos la negaban.

Es indignante ese tufillo a «Nunca mais», a «No a la guerra», a sindicato de la ceja y a asalto a las sedes del PP tras el 11-M que da vuestra manifestación «espontánea».

Es indignante que a ZP ni lo mentéis y echéis toda la culpa al Sistema.

Es indignante que esas pancartas tan «espontáneas» tengan todas el mismo diseño, tipografía, tamaño y colores.

Es indignante que le hayáis dado a la Puerta del Sol ese ambiente de Nochevieja, que sólo falta Belén Esteban en un balcón retransmitiéndolo para Tele 5.

Es indignante que aquello parezca una botellona.

Es indignante comprobar que, por casualidad, claro, en esa Puerta del Sol tiene su despacho Esperanza Aguirre.

Es indignante que no hayáis acampado en La Moncloa, que es donde está el secretario general del partido creador de este Sistema, al que en Andalucía llamamos Régimen.

Es indignante que ni mentéis a los 5 millones de parados, ni a los sindicatos del pesebre.

Es indignante que acuséis a «los dos grandes partidos» y que no aludáis ni por equivocación al tercero, al que impide siempre que uno de esos dos grandes partidos gobierne si no saca mayoría absoluta, y propicia sumiso que lo haga el otro mediante los pactos entre perdedores que haga falta, y me refiero a Izquierda Unida, por si no queda claro.

Es indignante que no digáis ni palabra contra el Gobierno que creó esos 5 millones de parados, que congeló la pensiones, que rebajó el sueldo a los funcionarios, que ha provocado el 40 por ciento de desempleo juvenil.

Es indignante que os pronunciéis contra el Ejército, pero no contra la absurda presencia de nuestras tropas en lejanos países donde no se nos ha perdido absolutamente nada ni se defiende a la Patria.

Es indignante que reclaméis «democracia real», cuando aquí la tenemos gracias a Dios desde 1975; tenemos democracia real porque la trajo un Rey, el de todos los españoles, que acabó con la dictadura; bendita democracia que ahora permite que lieis la que estáis liando.

Es indignante que el Gobierno incumpla las órdenes de la Junta Electoral para acabar con la presencia callejera de los indignados en tan señalados días de votaciones.

Y es indignante que aquí en Sevilla la protesta se haya hecho bajo Las Setas, cuando ninguno de los que están allí protestó contra este Ayuntamiento desforestador y arboricida que despilfarró 20.000 millones de pesetas en esa mamarrachada, ni protestaron contra los EREs, ni protestaron contra el nepotismo del Régimen de Chaves, ni protestaron contra las facturas falsas...

¿Indignados? ¡Tequiyá con la indignación de diseño asistido por ordenador, y yo sé quién es el ordenador, el que la ha ordenado! Yo sé quién lo ha orquestado todo desde las redes no sociales, sino socialistas, para repetir lo mismito que hicieron tras el 11-M y que colocó en La Moncloa al peligrosísimo inútil que nos ha traído esta ruina provocada por una izquierda que siempre se resiste a obedecer a las urnas y a abandonar el poder.

lunes, 23 de mayo de 2011

RELEXIONES EN LA GACETA DESPUES DE UNAS ELECCIONES CON TUFO A PORRO Y PERROFLAUTAS

Me gusta mucho esta reflexión de la GACETA ......os la dejo para que os ayude


La Gaceta, 23 de mayo de 2011 a las 08:06

Ahora sí podemos hablar, con absoluta propiedad, del fin del zapaterismo. Han hablado los españoles en las urnas y le han señalado al presidente el camino de vuelta a su casa. Después de siete años de política devastadora tenemos, por fin, razones para creer en un higiénico cambio.
El mapa autonómico y municipal de España ha amanecido este 23 de mayo de 2011  con más siluetas de gaviotas que anagramas del puño y la rosa, y el partido que nos llevó a la ruina y negoció con terroristas ha sido desalojado de bastiones emblemáticos como Castilla-La Mancha o capitales importantes como Sevilla y Barcelona. Centros de poder del PSOE de toda la vida han sido barridos de un plumazo en una jornada histórica.
La foto-finish del 22-M reedita la historia de 1995, cuando la victoria del PP sobre Felipe González prefiguró el batacazo socialista en las elecciones generales un año después. La situación del país entonces era dramática, con más de dos millones de parados, corrupción y crimen de Estado. Pero ahora es sencillamente insostenible, con cinco millones de desempleados y un millón trescientos mil hogares con todos sus miembros sin trabajo.
Por esta razón, Zapatero debería tener la decencia moral de acortar la agonía que pesa sobre España y convocar elecciones generales anticipadas. Como hemos repetido por activa y por pasiva, si él es parte sustantiva del problema, no puede ser la solución. Esta vez no lo hemos dicho sólo los medios de comunicación o los sondeos, sino las urnas.
Pero Zapatero se hacía anoche el sordo y salía con la increíble milonga de que seguirá en el Gobierno para "alcanzar cuanto antes la recuperación económica". Ya. Su marcha servirá, sobre todo, para aflojar el grueso dogal que atenaza a España; pero también puede proporcionar una oportunidad para impulsar un cambio en Ferraz, dando paso a un Partido Socialista moderado, con sentido de Estado, alejado de ingenierías sociales, demagogias sexuales o revanchistas revisiones de la Historia que sólo sirven para dividir a los españoles.
Sería la oportunidad de hacer autocrítica y abrir un debate ideológico sobre el rumbo de un partido que, por la radicalización que le ha dado el zapaterismo, parece haber regresado por el túnel del tiempo a la prehistoria (antes de Suresnes).
El proceso de primarias que va a abrirse en su seno debería servir para impulsar ese cambio y cerrar ese malhadado paréntesis en la historia del PSOE, del que echan pestes los propios militantes. A la espera de que adopte una decisión urgente para sacar a España del colapso, debemos felicitarnos por el paso dado el 22-M. Estas elecciones las ha ganado, en primer término, la democracia.
El aumento de participación demuestra que no es cierto el desinterés del ciudadano ante la marcha de los asuntos públicos; y el cambio de siglas y de caras en alcaldías y comunidades autónomas implica recuperar ese rasgo esencial de la democracia que es la alternancia. En segundo término, las ha ganado la cordura y la sensatez, la constancia y la buena gestión que ha acreditado el Partido Popular, que se perfila ya como alternativa creíble y solvente tras el erial del zapaterismo.
Su líder, Mariano Rajoy, el hombre tranquilo, ha tenido la paciencia y la habilidad necesarias para acabar con el rival político que le humilló y maniató con el cordón sanitario, y para presentar un proyecto eficaz para combatir a la crisis.
El PP tiene por delante una endiablada papeleta, al enfrentarse a una crisis sin precedentes y, sobre todo, a la herencia envenenada que le deja el PSOE con las cotas históricas de paro, los deberes exigidos por Bruselas a medio hacer -con asignaturas hueso por aprobar como las reforma laboral y financiera, y la reducción del déficit-; y el campo minado de la deuda de autonomías y consistorios.
Su trayectoria y su solvencia nos ofrecen unas garantías de las que carecía el partido que ha gobernado España bajo la batuta (es un decir) de un líder irresponsable y atrabiliario. Sólo cabe lamentar la llegada de Bildu a las instituciones, con la complicidad de un Tribunal Constitucional sectario. Los proetarras se han reído del Estado de derecho y de las víctimas, al colarse en municipios vascos y tener acceso al erario público.
Y todo ello como moneda de cambio en la negociación del Gobierno con los enemigos de la paz. Que Bildu se haya convertido en el partido más votado en San Sebastián es una vergüenza desde el punto de vista democrático y una nueva y dolorosa afrenta para las víctimas del terrorismo. Finalmente, se impone una reflexión sobre la incidencia del 15-M, estrella mediática de la campaña, en el resultado de las urnas.
La alta participación supone una réplica al "no votes" coreado por los indignados; y los pobres datos de IU, inversamente proporcionales a los obtenidos por el PP, demuestran que la crítica al bipartidismo ha pinchado en hueso.
Es más, en lugar de desmovilizar al electorado de los dos grandes partidos, la revolución de Sol ha tenido cierto efecto vacuna, aunque el gran perjudicado haya sido, con toda lógica, el responsable del desastre económico. Como señalábamos en nuestro editorial del 21 de mayo de 2011, la última palabra en una democracia no la tienen happenings asamblearios como los del circo de Sol, sino el ciudadano ejerciendo el derecho constitucional al voto.
Nos alegramos de que haya sido así. Su influencia sólo relativa en las elecciones confirma el carácter de bluff de esta protesta confusa, difusa y evanescente, trufada de eslóganes totalitarios o utópicos. Dicho esto, haría mal el partido que se perfila como futuro inquilino de la Moncloa en olvidarse del 15-M.
Que la única voz que estén obligados a atender los servidores públicos sea la de las urnas no quiere decir que no deban escuchar un clamor tan multitudinario, sobre todo en sus propuestas de regenerar la democracia. Pero la más urgente era la crisis de Gobierno y el resultado del 22-M demuestra que se ha dado el primer paso para abordarla. España no puede permitirse el lujo de seguir más lunes al sol.

jueves, 12 de mayo de 2011

EN QUE PAIS VIVIMOS .............. ESTUPIDEZ A RAUDALES

Este articulo se confiesa con Dios y conmigo .......... espero os guste

Que vivimos en un país peculiar queda demostrado porque encumbramos básicamente a dos tipos de personajes: el inculto pero gracioso, llamativo o excéntrico, pongamos que hablo de cualquier miembro de la fauna que puebla programas como La Noria, Sálvame o –antaño maricastaño- Tómbola, y el dalai lama de izquierdas que pontifica infaliblemente sobre España. Cualquiera que sea de izquierda, cuanto más radical mejor, y que tenga labia y medios suficientes es enseguida entronizado en los altares españoles.
A los primeros los entronizan los zarrapastrosos españoles de hiel burda y escasa vida interior y a los segundos los elevan a los altares aquellos que han decidido pasar la vida disfrazados de progres. La progresía falsa, verbal y posturera –no la de aquellos que se van al Amazonas a luchar contra la deforestación, por ejemplo- es uno de los disfraces que más gusta a los españoles. Y cuanto más aparente, vistosa y radical sea esa vestimenta progre más se les cae la baba a los seguidores del santón de turno.
Igual que estamos dispuestos a adorar cuanto nos venga del extranjero en la seguridad de que será mejor que lo español –cualquier día China o Estados Unidos nos venderán paellas que compraremos entusiasmados- estamos dispuestos a besar por donde pisan los grandes gurús de la progresía hispánica. Ya puede decir el Gran Guayomin los mayores disparates, que siendo él y procediendo de la Sexta habrá millones de ciudadanos memos e irreflexivos que reclinen sus cabezas humildemente en señal de afirmación y sometimiento. Lo ha dicho el 'Guayomin' y punto. Que lo ha dicho la Sexta, oiga.
Hoy la chorrada ante la que bajarán su testuz las masas planoencefálicas la ha dicho otro santón de la panda de Roures, otro becerro de oro de la izquierda mediática, ha hablado Nacho Escolar. Calle el pueblo sumiso, avive el seso y acepte en reverente silencio el dictamen del brujo sacrosanto de la tribu progresista.
Dice Nacho Escolar que "Es un éxito democrático que un etarra pida el voto para Bildu”. Y se ha quedado tan oreao el magnífico buda viviente. Ha soltado la perla que seguirán entusiasmados miles de personas que andaban a la caza de una percha en la que colgar su traje de superhéroe izquierdista. Ya tenemos discurso socialista para las dos semanas de campaña que restan, ya besan su teclado Rubalcaba y Pajín, ya tienen la línea de sus mítines Zapahuero y Chacón, la de la “puta España” que pretende presidir España (¿Seguirá España siendo puta cuando ella la presida?)
A Bildu se le pedía rechazar el terrorismo y lo ha hecho numerosas veces. Condenar a ETA es tremendamente fácil en documentos y declaraciones, no entiendo que no hayan sido aceptados por el Tribunal Supremo. Tan fácil como luego, una vez aposentados en las instituciones, pasar subvenciones o el padrón municipal a los amigos de ETA. Sin embargo Bildu es la prolongación de Batasuna, caballo de Troya de ETA y verga monumental en el trasero de la democracia. Eso lo sabemos todos menos el señorito Escolar; otra cosa es que no se haya podido demostrar en los tribunales, ante los cuales no sirven simples suposiciones.
Zapatero es la radicalización del socialismo y últimamente la radicalización del esperpento, pues negar que él haya causado recortes sociales es sólo posible en una obra de Valle-Inclán. O de Gaby, Fofó y Fofito. Por eso necesita soportes cada vez más radicales y por eso cuanto más se aleja el PSOE del centro izquierda más lejos le queda “la derecha extrema”. Y es que a veces uno no sabe si es el propio tren el que se mueve o es el de al lado.
Contra la radicalización del PSOE zapateril Rajoy nada entre dos aguas, acomplejado y silente ante la realidad, no vayan a decir que es de derechas. La vaciedad en la que se desenvuelve bajo su mandato este partido deja un espacio a su derecha a la espera de un líder que se decida a dejar tirados en la cuneta de una campaña electoral los complejos que siempre ha arrastrado la derecha de España.
¿Derecha extrema? ¡Inanidad extrema!